La historia se abre en una institución psiquiátrica donde la enfermera Dorothy (Erin Kellyman) es asignada a “salir” con su paciente, Owen (Fionn O’Shea), un novelista gay, como parte de un supuesto tratamiento de “cura”. A través de estas sesiones, Owen relata el argumento de su novela, transportándonos a su cabaña en el apacible campo inglés, en una atmósfera que evoca el cine clásico de Merchant Ivory.

En los recuerdos de Owen conocemos a Philip (Robert Aramayo), su amor de juventud, un estudiante de medicina obsesionado con la idea de erradicar su “enfermedad”. Philip, dividido entre el deseo y la vergüenza, convence a Owen para participar en un procedimiento médico que promete la cura. Mientras Philip se hunde en la homofobia interiorizada que lo consume, Owen se rebela, incapaz de concebir su amor como algo que deba sanarse.

El equilibrio se rompe con la llegada de Charles (Louis Hofmann), un hombre casado que busca refugio de la tormenta. Su confianza en su propia sexualidad y su relación libre con el cuerpo despiertan en Owen una chispa de esperanza y deseo. Su conexión florece, culminando en un momento de valentía y liberación cuando Owen le dice a Philip: “Es hora de que regreses a la vida que elegiste. Déjame vivir la mía.”

En su brillante debut como director y guionista, Will Seefried nos sumerge en un viaje visualmente hipnótico, sostenido por un elenco excepcional. Lilies Not for Me enciende y destroza el corazón a partes iguales, revelando con belleza y dolor una verdad olvidada de una época vergonzosa en la historia queer — una oda a la libertad, el amor y la dignidad que sobrevivieron incluso entre las sombras.