Ratatouille (2026)

October 6, 2025

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Desde el primer fotograma, la reinvención de Ratatouille en acción real de Disney logra algo extraordinario: se atreve a tocar una de las historias más queridas de Pixar y la reintroduce con renovada confianza, ambición y elegancia cinematográfica. Donde la mayoría de los remakes se conforman con recurrir a la nostalgia, esta película insiste en ir más allá: una reinvención que respeta la esencia del original a la vez que ofrece un toque fresco y propio.

La elección de Tom Holland como Alfredo Linguini causó inicialmente sorpresa, pero su actuación demuestra por qué sigue siendo uno de los actores jóvenes más versátiles de Hollywood. Imparte en Linguini una energía nerviosa, una torpeza física y una frágil sinceridad que hacen creíble su crecimiento. Holland no solo interpreta a un cocinero torpe; interpreta a un joven desesperado por encontrar su voz en un mundo que constantemente le dice que no pertenece.

Zendaya, como Colette, se convierte en el ancla moral de la película. Perspicaz, segura de sí misma y ferozmente independiente, irradia calidez y disciplina. Su química con Holland crea chispas en la cocina y más allá, cimentando la historia en un romance muy humano. Es más que un personaje secundario: es la personificación del oficio, la resiliencia y la mentoría. Verla equilibrar la vulnerabilidad con la maestría en el campo de batalla culinario de la cocina de Gusteau es simplemente cautivador.

Luego llega la inesperada pero inolvidable interpretación de Dwayne Johnson como el chef Skinner. Más que una caricatura cómica, Johnson redefine a Skinner como una potencia teatral, dominando la cocina como un maestro de ceremonias, con un trasfondo de inseguridad y miedo. Su físico lo hace intimidante, pero son sus sorprendentes destellos de humor y carisma los que lo elevan. Johnson demuestra una vez más que su presencia puede transformar incluso el papel más inesperado.

Pero más allá de las actuaciones, lo verdaderamente asombroso es cómo París se convierte en un personaje. Las calles brillan con una suave luz dorada, el Sena reluce a la luz de la luna y las cocinas rebosan de vida. La visión del director transforma la ciudad en un lugar donde los sueños hierven a fuego lento y la ambición se baña de arte. La cinematografía se detiene en ollas de cobre, vapor ascendente y delicadas guarniciones, haciendo que cada plato parezca una obra de arte. Es un cine que casi se puede saborear.

La película también se atreve a extender la historia más allá de la animación original. Se centra más en temas de herencia, legado y la fragilidad del arte frente al mercantilismo. La lucha de Linguini no se limita a demostrar su valía, sino también a honrar el peso de la familia, la historia y la identidad. Colette, por su parte, encarna la lucha de las mujeres en industrias dominadas por los hombres, lo que añade una capa adicional de profundidad.

Y luego está Remy, el alma de Ratatouille. Recreada con imágenes generadas por computadora tan fluidas y realistas que olvidas que estás viendo un efecto, la aventura de Remy aún conserva esa magia esencial: la creencia de que cualquiera puede crear belleza si tiene el coraje. Su vínculo con Linguini es tan conmovedor como siempre, equilibrando comedia y ternura a partes iguales. Las secuencias de cocina están orquestadas con la precisión de una sinfonía. Los cuchillos cortan, las sartenes silban, las cucharas remueven y los pedidos vuelan en un ballet de caos y ritmo. Combinada con una banda sonora envolvente que mezcla matices clásicos franceses con energía moderna, la película captura tanto el caos como la poesía de la cocina. Estas escenas no son un simple fondo; son el corazón de la película. Sin embargo, lo que perdura después de los créditos es el mensaje. “Cualquiera puede cocinar” siempre ha sido más que un eslogan: es un manifiesto sobre la posibilidad, sobre ver la grandeza donde otros ven insignificancia. Esta versión de acción real amplía esa verdad, recordándonos que el arte, ya sea en un plato o en una pantalla, prospera cuando aceptamos el riesgo y rechazamos el cinismo.

Si la película animada original buscaba sorprender a los niños con sabiduría, esta reinvención busca sorprender a los adultos con asombro. Se siente madura, cinematográfica y viva, sin perder jamás la chispa traviesa de la original. La nostalgia puede atraer al público, pero la emoción, la actuación y el puro arte lo cautivarán.

Ratatouille (2026) no es un simple remake de Disney; es una invitación a volver a creer, a volver a soñar y a saborear la dulzura de la valentía. Es una película que demuestra, una vez más, que la grandeza puede surgir de los lugares más inesperados.