Algunas Noches Me Dan Ganas de Caminar, de Petersen Vargas, es un drama queer inquietante y profundamente íntimo sobre la transición a la adultez, que combina un realismo crudo con una narrativa lírica. En esencia, es una road movie sobre la supervivencia, el duelo y la familia elegida. La película sigue a un adolescente adinerado que se adentra en la vida de los estafadores callejeros de Manila y se une a ellos en un viaje para cumplir el último deseo de un amigo moribundo: traer su cuerpo a casa. Lo que se desarrolla es a la vez tierno y brutal: un retrato de una juventud que navega entre el deseo, la pobreza y la identidad mientras se enfrenta a la mortalidad.

Visualmente, la película es impactante. Su uso de las noches de neón en la ciudad y la quietud desolada de los paisajes rurales amplifica la tensión entre la libertad y la pérdida. Vargas equilibra un realismo crudo con momentos de belleza surrealista, haciendo que el viaje se sienta a la vez realista y onírico.

Las actuaciones, en particular las del joven elenco, son crudas y espontáneas. Encarnan la vulnerabilidad, la ira y el anhelo con autenticidad, capturando la fragilidad de los vínculos forjados en los márgenes de la sociedad.

Con clasificación R-18, Algunas Noches Me Dan Ganas de Caminar no rehúye temas complejos ni representaciones íntimas de la identidad queer. Sin embargo, bajo la crudeza se esconde una gran ternura: una historia sobre el amor, los recuerdos y la necesidad de conexión en un mundo que a menudo la niega.
Calificación: 4/5 – Un drama independiente, contundente y poético, que perdura mucho después de los créditos finales.